Había vuelto a la rutina. Y después de esos días de playa,
resultaba cada vez más aburrida. Sin contar con el hecho que me encontraba
sola, eso de hace una semana, y la cosa ya se hacía insoportable.
Decidí llamar a Dan. Nuestra relación
era eso, sin compromisos. La pasabamos bien juntos, nos entendíamos muy bien
entre las sábanas, pero no más. Ninguno de los dos se había enamorado del otro.
Hola… –sabía que reconocería el número.
¿Cómo estás? Es tanto que no nos vemos… ¿qué haces esta noche?
Hola bonita! –su voz relajada del otro
lado ya me había hecho sonreir. Finalmente has vuelto de esas playas perdidas… ¿Esta noche?..., ahora que escucho tu voz, pensaba que podría perderme en algunas
curvas.
¡Suena un estupendo plan! ...te espero a
la noche, luego de la cena, para el postre… –bromeé.
Pasadas las diez sonó el portero.
Sube... –respondí probando a simular mi
ansiedad. Dejé la puerta del departamento entreabierta y fui hasta la cocina.
Ambos teníamos debilidad por el café, y uno recién hecho era un buen punto de
partida. Escuché la puerta cerrarse, y enseguida lo sentí detrás mío. Su mano
se abrió paso por mi camisa palpándome el seno. Y su boca apoyó en mi cuello un
beso que pareció quemarme la piel.
Hola piccola… sabía que harías café, por eso te traje esto. –dijo, sacando una cajita de chocolates; él sabe bien que, en ciertas circunstancias, soy golosa.
Hola piccola… sabía que harías café, por eso te traje esto. –dijo, sacando una cajita de chocolates; él sabe bien que, en ciertas circunstancias, soy golosa.
Mmmm… me conoces... –dije girándome y
apretándome a su cuerpo.
Nos tomamos el café entre besos robados y provocadores mordiscos. Estábamos muy acomodados en el sofá. Descalzos. Él, en jeans y una camiseta negra, muy ajustada a sus pectorales. Yo, sólo con el íntimo y una camisa blanca a medio abrochar.
¿Quieres más chocolate? –dijo
colocándose un trocito entre los dientes.
Me subí a hojarcadas sobre él, y no sólo tomé el chocolate, sino que comencé a comerle la boca. Mi lengua le recorrió cada ángulo y se entrelazó con la suya. Sus manos iniciaron a recorrer mis piernas, hasta llegar a mis bragas. Sus dedos se abrieron paso rozando mi liso monte de Venus. Lo sentí moverse entre mis pliegues mientras yo seguía besándolo, con mis manos enredadas en su pelo. Me balanceaba adelante y atrás sobre su ya durísima excitación; en tanto que sus dedos entraban y salían de mí. Me aparté un poco, para desabrocharle el jeans. Bajé lentamente por sus piernas, mis uñas hacían lo mismo por su pecho. Finalmente liberé su pasión sin poder resistir llevármela a la boca. Tenía un buen sabor…, siempre lo tenía. Lo saboreé hasta que sentí cómo se tensaba bajo mis lamidas. Me quité las bragas y volví a subirme sobre él. Me empalé a su cuerpo, haciendo que entrara y saliera de mí. Sabía que no resistiría mucho más. Liberó mi seno del sujetador, tomando uno a uno mis pezones con la boca. Succionando y mordiéndolos hasta que arqueé mi espalda. Me derramé, en el mismo instante que su caliente virilidad inundaba mis entrañas. Ambos nos dejamos caer sobre el sofá, exhaustos.
Me subí a hojarcadas sobre él, y no sólo tomé el chocolate, sino que comencé a comerle la boca. Mi lengua le recorrió cada ángulo y se entrelazó con la suya. Sus manos iniciaron a recorrer mis piernas, hasta llegar a mis bragas. Sus dedos se abrieron paso rozando mi liso monte de Venus. Lo sentí moverse entre mis pliegues mientras yo seguía besándolo, con mis manos enredadas en su pelo. Me balanceaba adelante y atrás sobre su ya durísima excitación; en tanto que sus dedos entraban y salían de mí. Me aparté un poco, para desabrocharle el jeans. Bajé lentamente por sus piernas, mis uñas hacían lo mismo por su pecho. Finalmente liberé su pasión sin poder resistir llevármela a la boca. Tenía un buen sabor…, siempre lo tenía. Lo saboreé hasta que sentí cómo se tensaba bajo mis lamidas. Me quité las bragas y volví a subirme sobre él. Me empalé a su cuerpo, haciendo que entrara y saliera de mí. Sabía que no resistiría mucho más. Liberó mi seno del sujetador, tomando uno a uno mis pezones con la boca. Succionando y mordiéndolos hasta que arqueé mi espalda. Me derramé, en el mismo instante que su caliente virilidad inundaba mis entrañas. Ambos nos dejamos caer sobre el sofá, exhaustos.
Piccola…, ven, te llevo a la cama...
–dijo con una ternura casi desconocida.
Dan… tú ya sabes que... –traté de
responder antes que él me callara apoyando un dedo sobre mis labios.
Somos sólo amigos…, lo sé. Y si quiero
quedarme aún, es porque no deseo que esta noche termine acá. –dijo guiñándome
un ojo.
Estaba cansada para contradecirlo. Y realmente, lo que más
necesitaba esa noche, era compañía. Después de todo, dormir sobre su pecho no
me resultaba tan mala idea.