jueves, 29 de agosto de 2024

...

Somos amigos. Un tiempo hubo fuego entre nosotros, pero ahora…, ahora ya no. Y ¿entonces por qué me encontré en esa situación?


Deberíamos quedar como amigos.”, continuaba a repetir Max. Y yo hacía sí con la cabeza, convencida en definitiva, nos habíamos frenado en tiempo. En tiempo de no herirnos y salvar nuestra relación, seguir siendo esos amigos del alma. Nuestras charlas eran infinitas, nos contábamos todo, o casi. Nos reíamos, nos reíamos tanto, y no sentíamos necesidad de más…, al menos eso creía…, creíamos.

Pero ayer mientras me contaba su enésima discusión, su enésima pelea, la luz de sus ojos era diferente. Su voz no tenía la habitual tristeza, el común dolor. Y admito que hasta sentí un poco de ternura.

¿Por qué no vamos hasta mi departamento a tomar el último café? –me propuso muy inocentemente. Estamos cerca, y luego te acompaño hasta tu casa.

Ok…, pero mirá que no puedo hacer tarde, mañana trabajo desde temprano. –me apresuré a responder.

 

Apenas llegamos a su piso, se puso cómodo mientras yo me dirigí a su cocina, estaba como en mi casa.

¿Preparas tú el café? –preguntó mientras sentí sus manos en mis caderas acercándome a él. Debía resistirme, alejarme, pero…, me gustaban…, me excitaban. Estoy loca; hubiese debido escapar pero lo dejé hacer.

Me besó el cuello desde atrás, y sin decir una palabra, me giró. Pasó sus manos entre mi cabello y me comió la boca. Sentí su lengua invadiéndome, buscando desesperadamente la mía.

Por un momento pensé en nuestra amistad, en cuánto nos había costado llegar a ese equilibrio; pero el sabor de sus besos apartaron cualquier reflexión de mi mente. Cuando separé mis labios de los suyos, en sus ojos ví un deseo inmenso…, tanto cuanto al mío. Un escalofrío me recorrió toda la espalda. Y ya sabía cómo terminaría en el momento en el cual me desabroché el jeans y lo dejé caer al suelo…, a sus pies.

 

Max se desvistió mirándome todo el tiempo a los ojos. Lo hizo lentamente, disfrutando de ese color que subía por mi cara. Cuando finalmente terminó, y se quitó el boxer, no pude evitar “soplar”. Ver su excitación era estupendo, nunca pensé hacerle ese efecto. Y automáticamente me mordí el labio.

Me vuelves loco cuando haces eso... –me susurró al oído mientras pasaba su pulgar por mi boca.

Lo tomé de las caderas, acercándolo a mí, quería besarlo aún, saborearlo. Él aprovechó y desabrochó mi camisa, descubriendo mi seno. Bajó por mi cuello, besando mis pechos, se llevó mis pezones uno a uno a la boca. Los lamió, los succionó como si realmente bebiera de ellos. Ya no razoné más y froté su erección contra mi monte de Venus. Quería sentirlo por toda mi piel antes que dentro mío. Jamás me había comportado así con un hombre, pero con él era diferente. Él me conoce como nadie, él sabe todo de mí…, pero quería demostrarle qué mujer soy y que se arrepintiera por todo el tiempo que hubiese podido poseerme cada noche, y no lo había hecho.

 

Inicié a descender lentamente, hasta quedar de rodillas frente a su virilidad. Lo tomé entre mis manos y lo llevé a mi boca, sin dejar de mirarlo a los ojos. Quería ver su reacción al toque de mi lengua. Paladear el sabor de las primeras gotas de su esencia. Él crecía en mi boca…, y su temperatura aumentaba. Sentí la humedad entre mis piernas y llevé una mano hacia allí. Comencé a acariciarme mientras mi boca continuaba a degustarlo.



Max no aguantó más… Hizo que me alzara y me sentó sobre la mesa de la cocina. Sin decir una palabra, me sujetó por las caderas y me penetrò.

Me detuve un instante, apoyé mis manos en su pecho…, quería sentir sus latidos. Me dejé llevar… Y le pedí de no frenarse... De hacerme suya… Sus caderas comenzaron a embestirme cada vez con más fuerza. Me sujetó los cabellos y me besó con una pasión violenta… mordiéndome los labios. Clavé mis uñas en su espalda. Sentía mi cuerpo temblar… El orgasmo fue intenso... Aún no me reponía cuando sentí todo su calor quemándome dentro, llenándome.

 

Me besó en la frente y se retiró de mí. Mi mente no lograba elaborar ningún tipo de pensamiento claro. En ese momento escuché su voz que me decía:

 

Cielo, voy a hacerme una ducha... –ya estaba abriendo el agua cuando agregó: Ufffff no pensé jamás que el sexo entre amigos podía ser así…, porque seguimos siendo amigos, ¿no?

 

 

…por supuesto. –respondí, alegrándome que no escuchara lo rota de mi voz. Obvio que seguimos siendo amigos Max... –agregué, mientras con el envés de mi mano secaba las lágrimas que recorrían mi rostro.