jueves, 1 de octubre de 2015

Caminé hasta esa playa perdida que he conocido años atrás, y que tanto me gusta. Acomodé mis pocas pertenencias y me dispuse a tomar sol, cuando lo ví salir del mar. Pese al calor, un temblor recorrió mi cuerpo. Él no me vió, o hizo de cuenta que no. Se colocó lejos de donde me encontraba. Mejor, me gustan los lugares solitarios, más si es para disfrutar del mar.

Me pasé la mañana entrando y saliendo del agua… tomando sol y leyendo. Cada tanto lo observaba, y él hacía lo mismo.

Ya era mediodía y la única sombra estaba ocupada por él. No lo supo, pero lo maldije. No quería irme, pero tampoco castigarme la piel. Fui a nadar una vez más. Volví y me puse boca abajo. Me estaba durmiendo cuando sentí una mano sobre mi cintura, sobre esa delgada e invisible linea divisoría entre mi espalda y mis nalgas. Me giré instintivamente y lo vi..., arrodillado a mi lado estaba él.

Te quemarás la espalda así... –dijo sonriendo.

Era atractivo, descaradamente atractivo. La humedad entre mis piernas ya no era por mi traje de baño.

No es la primera vez que tomo sol, y aparte has ocupado el único lugar a la sombra de toda la playa. –le respondí cubriéndome los ojos con una mano.
Hubieses podido acercarte... –susurró y volvió a posar su mano en mi cuerpo, en mi vientre. Te coloco un poco de crema… es lo que estaba haciendo.


Y comenzó con un ligero masaje sin dejar de observarme…, me quedé inmóvil, no supe resistirme. Bajó su mano, mirándome a los ojos. Comprobó lo mojada que estaba y yo noté su erección. Sus dedos jugaban entre mis pliegues, y mi respiración se agitaba con cada círculo que él dibujaba en mi clítoris. Lo empujé apenas, ese tanto que bastaba para colocarme a hojarcadas sobre él. Mis manos le recorrieron los brazos…, el pecho…, bajaron por su marcado abdomén…, y sin pudor, se metieron entre su boxer y ese durísimo sexo que aprisionaba. Comencé a masturbarlo al tiempo que él posaba sus manos en mi seno. Pellizcaba mis pezones, y se los llevaba uno a uno a la boca…, mordiéndolos…, succionándolos. Su polla estaba completamente fuera; erecta…, imponente. Sentí como su mano apartaba la parte debajo de mi traje de baño, deshaciéndose de ella completamente. Yo permanecía en éxtasis con mis manos en su hombría. Sentí las suyas en mis nalgas, presionándolas, abriéndome a él. Con un movimiento decidido me clavé a su virilidad, cerrando mis ojos creyendo de llegar a la cima del placer en ese instante. Empecé a moverme, lentamente, hacia adelante y atrás. Sus manos pasaban de mi culo a mi seno, recorriendo toda mi espalda. Lo cabalgaba como una salvaje amazona, haciéndolo entrar y salir de mí. Sentí los espasmos de mi orgasmo…, el primero, porque no me detendría. Continué con mi danza sobre él hasta que sentí como se tensaba debajo de mi cuerpo. Me acerqué a su oído y le susurré: “dentro…, quiero me explotes dentro…”. En ese momento me aferró las caderas y sentí como toda su pasión inundaba y calentaba mis entrañas. Me derramé junto a él.