Se detenía a observarLo, admirarLo, desafiarLo.
Pero sus gestos derribaban los muros,
penetraban su coraza hecha de tropiezos,
dejándola al desnudo, con el alma expuesta,
el anhelo en los labios y los deseos a flor de piel.
Y le bastaba una palabra, una sola...
...exhalada, murmurada, susurrada,
para encender el fuego, para despertar a la Hembra.
Entonces sus ojos, su boca, sus manos...
...toda ella, se rendía ante Él.